Tranquilo, es culpa de mis expectativas,
de haber pensado que lo nuestro era algo distinto,
que las cosas habían cambiado,
que por fin con alguien sí,
que esta vez no me había equivocado.
Y una vez más me veo gritándole al puto silencio
los reproches que a ti te da pereza escuchar.
Porque ya ni disimulo el llanto,
para qué esconder algo que a nadie le interesa encontrar.
Si por algún casual te embargara la culpa,
hoy te libero del arduo sufrimiento,
te exculpo de las lágrimas derramadas,
de todos mis gritos al viento.
Que las decepciones solo llegan cuando hay esperanza,
y que con los achaques que cargo en mis espaldas ya debería haber aprendido,
que mis expectativas son siempre muy altas,
y que es solo culpa mía seguir muriendo, siempre cayendo por precipicios.